diumenge, 26 de gener del 2014

En un país...

"En un país en el qual el fiscal defensa a l'acusada que és infanta i el ministre de justícia no té problema a exigir tracte de favor; en aquesta Espanya en que eixe mateix ministre retrocedeix trenta anys en els drets de la dona, o els directius es pugen el sou un 7 per cent mentre es fan Ero's, i els discapacitats pateixen desnonaments; en què es retalla la solidaritat enganyant als benpensants i els científics es van cansats de retallades i portades. En aquest país en el qual hi ha prop de milió i mitg de famílies amb tots en l'atur i una generació de ciutadans als quals no deixem treballar o manem a l'exili econòmic, la gent ja no engoleix i fa seu allò que les penes compartides són menys i ix al carrer a unir la seua veu a la dels que només la tenen en eixe territori."

 Quizá si escucharan...
Juan Ramón Lucas



Iba a escribir sobre Rajoy y esa afición suya a los silencios que a veces su equipo parece querer imponer a profesionales y medios no afines como tan torpemente han hecho en Estados Unidos con la Cadena SER, pero me llega tal estrépito desde el modesto Gamonal que no puedo dejar de mirar por la ventana y compartir con quien tenga a bien leerme ese sonido de la revuelta ciudadana que tanto nos dice a todos. O a casi todos, porque me malicio que los auténticos destinatarios del mensaje siguen sin enterarse.

No se puede ser más ciego, más torpe y menos despierto que la casta política que nos dice gobernar y desgobierna. Esta semana hubiera querido el Gobierno que la imagen fuera Rajoy con Obama y el sonido la voz de De Guindos anunciando el fin de la recesión, hechos ambos de indiscutible relevancia y por tanto necesario espacio en los medios, pero ha venido la escasa sutileza de un correligionario, ese alcalde Lacalle, y su amigo Méndez Pozo, a arruinarles el festival de bonanza y reconocimientos. De manera tal, que la imagen son los jubilados, las mujeres y los jóvenes de Gamonal y el sonido la protesta hoy compartida por lo más activo y concienciado de esa España cansada y cabreada.

Lacalle ha dicho que habla sin líneas rojas, pero hasta ahora lo que había era una zanja pre bulevar que no se dignó a traspasar para hablar con los vecinos. Si lo hubiera hecho antes, Lacalle no habría tenido a la calle en contra. Pero trazó las líneas que ahora dice inexistentes, hizo oídos sordos a la queja, que devino en protesta y la protesta se convirtió en clamor, y el clamor en agitación y llegó a las teles, y sonó en las radios, y el ruido fue tal que debió espantar a alguno en Génova o Moncloa y el señor alcalde ha tenido que recular, desdecirse y tender la mano.

Pero la mecha ya había prendido.

Cualquier ciudadano sabe que un político no es más querido o escuchado por salir más en la tele como siguen creyendo algunos cercanos a Rajoy, del mismo modo que en tiempos de ira es de libro que una manifestación callejera no puede no escucharse porque hay muchas posibilidades de que derive en el conflicto social que acaso esconda en su trasfondo. Pero esto también lo ignoran. Parecen creer que el cargo político o el acta de diputado son escudos antirrealidad, gabardinas del ya escampará para transitar por la vida pública ejerciendo el poder y haciendo amigos sin que nunca pase nada. Pero ya no.

En un país en el que el fiscal defiende a la acusada que es infanta y el ministro de justicia no tiene problema en exigir trato de favor; en esta España en que ese mismo ministro retrocede treinta años en los derechos de la mujer, o los directivos se suben el sueldo un 7 por ciento mientras se hacen EREs, y los discapacitados sufren desahucios; en que se recorta la solidaridad engañando a los biempensantes y los científicos se van cansados de recortes y portazos. En este país en el que hay cerca de millón y medio de familias con todos en paro y una generación de ciudadanos a los que no dejamos trabajar o mandamos al exilio económico, la gente ya no traga y hace suyo aquello de que las penas compartidas son la mitad y sale a la calle a unir su voz a la de los que sólo la tienen en ese territorio.

El problema de un jubilado en Burgos es el de un estudiante en Madrid o un funcionario en Huesca. Con distintos grados que dependen de nuestra situación personal, pero todos sufrimos lo mismo y a los mismos.

Hay hartazgo de tantos fraudes y mentiras, de corrupción y engaño, de que jueguen con el presente prometiendo futuro, y en cuanto hay un resquicio para salir a la calle a gritar la ira, se hace. Y si hoy es por Gamonal mañana será por otra cosa, otro barrio, otro lugar, otra afrenta. No hay conspiraciones ni planes estratégicos de ultraizquierda: no hay más que estar allí para ver quiénes protestan y por qué.

Pero allá en lo alto siguen sin enterarse de que el mundo ha cambiado, que la gente no se cree todo lo que le cuentan en las teles de los gobiernos, que atiende, padece y se solidariza, y se informa y acude a las redes sociales y al origen de los problemas.

Hasta la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, quizá la más preparada políticamente de cuantos rodean a Rajoy, hace pública exhibición de sordera cuando sale tras el Consejo de Ministros a confesar su extrañeza por el estrépito de Gamonal precisamente cuando las cosas empiezan a ir bien. “No casa”, decía este viernes la dos de Rajoy, pero horas después el alcalde tuvo que anunciar la paralización "definitiva" del bulevar. 

Señora vicepresidenta, no es sólo Gamonal. A ustedes no les "casa" porque están tan lejos de la gente y de la calle que creen que la verdad es la macro y el paro una estadística. La verdad de las cifras lo es sólo en parte y transita la estratosfera, no la vida real.

Claro que salimos de la recesión, que crece la inversión extranjera, que hay mejor perspectiva, que Obama nos da palmadas en la espalda, que Lagarde nos dice que seremos el puntal de Europa. Pero esa espuma luminosa son nubes vistas desde un avión. Abajo aún hace frío y hay niebla y sigue sin salir el sol y no creeremos que sale hasta que no lo veamos, por mucho que nos lo anuncien los del ya escampará. Y cuando se pisa un callo grita todo el cuerpo porque está dolorido y tiene mucho encima. Pero no quieren o no pueden verlo.

Quizá si escucharan más…

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